HOMILIA. Santisima Trinidad

PDFImprimirCorreo electrónico

Posted on 27.05.10

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…Gloria al Dios que es, que fue y que será.

Domingo y fiesta de la Santísima Trinidad. Misterio para nuestra mente, pero gozo y alegría profunda para nuestro corazón. No es un domingo para la reflexión sino para la oración y la meditación, para la contemplación y la adoración.

Es desear “que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo” den pleno sentido a nuestra vida cristiana sabiendo que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

La Santísima Trinidad nos invita a entrar en la intimidad de Dios, comunidad de amor, y sentirnos, a su vez, hijos del amor de Dios, mantenidos en la vida por su amor y llamados, como meta final a la fiesta eterna de su amor; y el transcurso de ese caminar terreno lo hacemos mantenidos y conducidos por el Espíritu, lo hacemos proclamando “Señor, Dios Nuestro, ¡Qué admirable es tu amor en toda la tierra!”.

Este Dios que sostiene nuestra vida, este Dios en quien creemos, es el Dios del la historia y el amigo del hombre, es el Dios Padre y Creador que nos conoce y nos ama, y nos ama tanto que nos ha entregado al Hijo.

Un Dios que a su vez es Hijo, que se ha hecho nuestro hermano, que ha recorrido nuestro camino y nos ha amado hasta el extremo; y nos ha entregado al Espíritu Santo como fuerza y aliento para que cante en nuestro corazón la sinfonía de Dios.

No entenderemos, en nuestra pequeña mente, el misterio de la unidad en la Trinidad; pero sí podemos sentir el actuar de Dios en el cosmos y en nuestra vida. Es el Dios viviente y cercano, que actúa en bien nuestro para que nuestra vida esté marcada y orientada por su amor.

Los cristianos somos hombres y mujeres trinitarios pues estamos invadidos del amor, la cercanía y la vida del Dios trino.

Por ello, nuestra vida debe ser un continuo caminar en “el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

P. Pedro Sánchez Blanco, C.R.
Vicario Provincial de
Esta entrada fue publicada en Reflexión bíblica. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario