II DOMINGO T.O.

SEGUNDO DOMINGO T.O.

Soy consciente que la reflexión puede ser un poco densa, intentaré explicarme.

El evangelista San Juan ya en el primer capítulo nos presenta a Jesús como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, dos veces nos presenta el Cordero y ya nunca más nos hablará de él, pero hace coincidir la muerte de Jesús en el momento en que son sacrificados los corderos para la Pascua judía, para celebrar la liberación de la esclavitud de Egipto.

De alguna manera viene a decirnos el que verdadera Cordero que libera es Jesús. Él es el Cordero de la expiación.

Es el que quita el pecado del mundo. Qué se quiere decir. San Juan en su primera carta nos habla del perdón de los pecados, aquí habla del pecado. Es esta ruptura entre la humanidad y la divinidad. Cristo verdadero Dios y verdadero hombre ha reparado esta ruptura.

Y ¿Qué esa el mundo? Con esta palabra indicamos una serie de valores y contravalores que comparte un pueblo o un grupo considerable de personas.

Por ejemplo hablamos del tercer mundo, del cuarto mundo, del mundo medieval, del mundo modernos.

Es una manera de hablar para indicar que un colectivo comparte una manera de relacionarse y ver la realidad con una serie de valores y contravalores.

El contravalor es lo que rompe la armonía. Vivimos en un mundo de consumo que nos consume y nos cuesta controlar nuestras ansias de poner, de tener, de dominar. Llegamos a pensar que todo se puede comprar y mientras unos, parece que lo pueden comprar todo, otros exponen sus vidas extrayendo los diamantes o las materias primas para disfrute del llamado mundo desarrollado

Jesús fue un verdadero Cordero de Dios, en el mundo judío en que vivió. Se acercó a los marginados de su tiempo. A los enfermos, a los hambrientos… para ellos fue el Salvador, el gran valor, para otros un blasfemo. Declaró abiertamente que éramos hijos de Dios, que Dios era su Padre- se hizo igual a Dios- y por esto lo mataron, le llevaron a la Cruz.

Pero su Espíritu es fermento de transformación para sus discípulos. Su Espíritu nos anima en nuestro mundo concreto a seguir trabajando por la limpieza del pecado, de todos los contravalores de marginación que hay: violencia, egoísmo, orgullo, dominación, consumismo, derroche, despilfarro.

Jesús en su mundo trabajó a favor del respeto a todo ser humano, por su dignidad y para que nadie explotara a nadie: “llenó de bienes a los pobres y a los ricos los despidió vacíos”. “Ensalzó a los humildes y a los soberbios se avergonzaron”

El Espíritu de Jesús nos da fuerza para trabajar por los valores de nuestro mundo- el reino de Dios está dentro de vosotros- y a no dejarnos engañar por los contravalores. Las injusticias de amontonar, caiga quien caiga, extender la mentira o el no asegurarnos de que lo que transmitimos está en la verdad.

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